En concreto, las patatas fritas incluyen en su receta algo más que patatas, sal y aceite: llevan dextrosa, un tipo de azúcar; ácido sodio pirofosfato —para mantener el color de las patatas—; ácido cítrico —como conservante— o dimetilpolisiloxano —un derivado de la silicona que sirve de antiespumante—.
Pero no sólo eso: llevan además una combinación muy variada de aceites. Aceites de canola —a partir de semillas de Colza modificadas genéticamente—, de maíz, de cártamo o de soja hidrogenado con terc-butil-hidroquinona (TBHQ) —además del ácido cítrico y el dimetilpolisiloxano—. Todo ello sin olvidar el «sabor natural»... de una «fuente vegetal», como aclara el documento de la compañía en el que se especifican los ingredientes de sus productos.
Por el momento, ya son innumerables las páginas web que alertan sobre estos ingredientes y que destacan como, por ejemplo, el TBHQ ha sido relacionado con enfermedades como el asma, trastornos cutáneos, hormonales, y, en estudios en animales a largo plazo, con ciertos tipos de cáncer y daños en el ADN.
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